jueves, 13 de junio de 2013

Fútbol y toros: Un símbolo social

Hay fotografías que trascienden su propia actualidad y atraviesan su fugaz vida para pervivir en el tiempo diciéndonos algo más que aquello por lo que fueron ejecutadas.
Corría el año 2008, España estaba entrando en el túnel de la crisis y yo me encontraba en la plaza cubierta de un pueblo vallisoletano anexo a la capital parapetado con una cámara fotográfica para dar imagen al texto de el periódico El Mundo. Eran tiempos en los que la prensa escrita aún requería de multitud de profesionales para cubrir la demanda y no se veía la inminente caída al vacío. Ajenos a todo lo que se nos vendría encima a partir de ese año, el 2008, el país entero se anestesiaba mirando a La Roja, una Roja que hasta entonces lo único que había hecho era dejar cientos de esperanzas rotas en cada competición internacional. Pero aquel año era diferente a pesar de que Zapatero se afanase en desmentir fehacientemente el cambio, aquel año La Roja hizo que España olvidase su realidad incipiente y permaneciese atenta a unos futbolistas venerados como dioses.
Tal fue el alboroto que formó este grupo de futbolistas que, mientras estaba tras la barrera de la plaza de toros y 3 intrépidos novilleros se jugaban el tipo por salir de su particular crisis, sin previo aviso, las pantallas gigantes preparadas para retransmitir el partido futbolístico se encendieron en medio de la lidia del sexto novillo generando la correspondiente confusión entre público y profesionales. Cuando vi aquella situación no pude hacer otra cosa que correr por el callejón como si no existiera mañana para captar una imagen única, una imagen que hablaba por sí sola más allá de la propia situación informativa.
Recuerdo que tiré 2 fotos, una quedo oscura por el cambio repentino de luz al que me había expuesto tras la carrera, moví rápido el obturador y el ISO, miré por el visor, encuadré pantalla y novilleros y apreté el disparador. Desde ese mismo momento sabía que había una buena foto, una foto única.
Una vez que volqué todo el material gráfico en las instalaciones, ahora casi vacías, de El Mundo, me apresuré a mirar la fotografía protagonista; mi satisfacción fue enorme, la pantalla se veía bien, los novilleros se encontraban iluminados por un estratégico rayo de sol y, a su vez, los novilleros miraban la pantalla quitándose protagonismo. Parecía un montaje publicitario pero todo eso que había captado mi cámara era real, no había montaje ni mentira. Días más tarde, tras unos días duros de trabajo reparé en que esta foto no se encontraba entre mis archivos: había perdido la mejor fotografía que había hecho.
Durante los años siguientes pensé mucho en esta fotografía y en su significado más allá del informativo; es llamativo ver, desde la perspectiva de los años, como en 2008 todos mirábamos el fútbol y los toros mientras España comenzaba una caída libre sin precedentes y ante la negativa constante del gobierno.
Durante los meses de verano solo se habló de fútbol y fiesta. Madrid recibió a los futbolistas como si se tratara de auténticos salvadores que, de un plumazo, nos librarían de los problemas que estaban a punto de invadirnos. Hoy, en 2013, tal vez muchos de los que fueron aquel verano a los toros y vibraron viendo a la selección, se encuentran forzosamente fuera de sus puestos de trabajo, fuera de su país o fuera de sus casas desde las que celebraron estas victorias que, al fin y al cabo, no aportaron absolutamente nada a nadie, si acaso dio algo más de tiempo a la política para planear sus funestas redes de corrupción y robo.
Pero, a pesar de que la realidad nos haya golpeado sin piedad tras esta victoria de La Roja, lo cierto es que durante los años 2010 y 2012, la población española volvió a desvivirse con unos jugadores que ganaban partidos de fútbol olvidando unos días la realidad; para muchos es sin duda una vía de escape a la rutina necesaria en muchas ocasiones, para aliviar las presiones del día a día. Por otro lado, la fiesta popular de toros y vino sigue llenando ciudades y pueblos masivamente, en la Costa Brava en Catalunya siguen vendiéndose multitudinariamente figuritas, toallas, e infinidad de cachivaches relacionados directamente con el mundo del toro y del fútbol, en Madrid el lugar más visitado de la ciudad por los turistas es el estadio del Bernabéu y la celebración que más turistas extranjeros atrae cada año a España es San Fermín, basada en los pilares taurinos. Por tanto, esta fotografía no solo explicaba que en este festejo en concreto habían encendido las pantallas sin dar tiempo a que terminasen los toreros su faena, sino que iba mucho más allá, esta foto explicaba una realidad social. Hay quien se empeña en afirmar que vincular España con toros y fútbol resulta triste y algo que erradicar, lo cierto es que los toros y el fútbol funcionan, y funcionan muy bien para lo único que, tal vez, nos hace grandes internacionalmente: el turismo.
Parece que aun sumergidos en una crisis atroz, el turismo internacional sigue viendo a España como un lugar a donde ir, un lugar donde vivir bien, donde comer mejor y donde divertirse como nunca. La paradoja se encuentra en que mientras unos vienen para disfrutar del sol, playa, toros y fútbol, otros se van para buscar el trabajo que ya no encuentran. 
El caso es que en la navidades de 2012-2013 contacte de nuevo con el maltrecho periódico para intentar recuperar aquella fotografía que tanto me había hecho pensar, y tras dar con un buen compañero, removió todo lo que pudo y me recuperó la fotografía. Mi alegría 5 años después de haber ejecutado la instantánea era máxima y en un intento de buscar el sentido al por qué de las cosas he querido pensar que si aquella imagen que me hizo correr por el callejón presagiaba una crisis galopante, tal vez, tras 5 años desaparecida, vuelve para decirme que pronto volveremos a estar cerca de lo que éramos en 2008: fútbol y toros pero felices.

Esta fotografía quedó plasmada en la contraportada del periódico junto a otras que mostraban la tensión y la alegría del partido, pero en el centro, sin caras visibles, sólo el anonimato de un símbolo se encontraba la fotografía que, tal vez, nos advertía de nuestra realidad presente y futura.

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